La etapa entre los 40 y los 50 años puede ser dura para mucha gente.
ARTÍCULO 1
Los hombres experimentan un tipo diferente de “menopausia” que cambia su vida. Por lo general, ocurre entre las edades de 45 y 60 años. Este momento de la vida masculina ha generado todo un problema de definición en la comunidad científica, siendo climaterio masculino el más correcto de los términos empleados, ya que indica una declinación de la función del testículo.
Esta declinación se da a partir de que el nivel de testosterona (hormona masculina por excelencia) empieza a decaer después de los 40 años. Se trata de un proceso gradual, ya que el nivel de producción de la hormona no se desmorona de golpe, sino que se produce a lo largo de varios años y se despliega a través de distintos síntomas.
¿Qué está pasando?
Algunos hombres pierden paulatinamente la energía, los abruma un cansancio mental y físico que cambia su personalidad, y hasta pueden sufrir insomnio, fatigas o pesimismo. Su vida sexual tampoco es la misma: sufren “fallos” en la erección o se esfuman sus deseos de intimidad sin que sepan responder cuáles son las causas.
Lo peor es que algunos ni se preguntan qué está pasando, creen que se trata de algo normal en relación con la edad, y hasta les supone cierta gracia que alguien les diga que están “menopáusicos”. En cierta forma cabe la comparación, pues entre el climaterio femenino y el masculino hay ciertas similitudes, pero también grandes diferencias.
La primera de ellas es que para el hombre, no cesan las funciones reproductivas ya que continúan produciendo espermatozoides y algunos pueden llegar a engendrar incluso cerca de los 80 años (ejemplo de ello el del difunto Dr. Iglesias Puga, “Papuchi”).
La otra también importante, es que a diferencia de que la menopausia afecta de forma inexorable a toda mujer, el climaterio en el hombre no es un proceso natural por el que todos tengan que pasar necesariamente, sino una patología asociada a bajos niveles de testosterona en sangre, que siendo más común en la tercera edad, es dependiente de algunos factores como la herencia, el estado general de salud, la alimentación, los hábitos de vida y ciertas enfermedades predisponentes, entre ellas las cardiovasculares.
Hacer un diagnóstico preciso exige muchos estudios de laboratorio para probar cambios en un complicado proceso endocrino en el que intervienen varias hormonas, pero es posible sospecharlo tras una valoración clínica integral, que no descarta los elementos psicológicos.
Los seres humanos experimentan cambios hormonales que alteran su vida física, emocional y sexual en distintos momentos de la vida. El climaterio masculino es uno de ellos. La alarma comienza con la disfunción eréctil, pero casi siempre el paciente piensa que se trata de un trastorno urológico, nunca endocrino o psicológico.
Pero sería un error ver este proceso como una mera cuestión sexual, pues la testosterona es la hormona encargada de muchos otros aspectos varoniles desde la formación del feto: nervios, fibras musculares, células del cerebro, evolución del pene, crecimiento de barba y vello en el cuerpo, voz más grave…. y también se asocia con ímpetu, ambición y osadía.
Son muchos los síntomas físicos y psicológicos asociados al descenso de los niveles de testosterona.
Síntomas y cambios en el climaterio masculino:
• Falta de concentración.
• Nerviosismo o ansiedad.
• Disminución de la memoria y la concentración.
• Disminución o ausencia de la libido.
• Fatiga, indecisión, temor al peligro inminente.
• Trastornos del sueño.
• Reducción de la productividad.
• Pérdida de interés y confianza en sí mismo.
Estas circunstancias no solo amargan al propio paciente, sino a las personas de su ambiente cercano. Muchos hombres perciben estos cambios pero no consiguen entender lo que les ocurre, y terminan creyendo que la culpa es de la pareja, los hijos, del dolor de espalda, o cualquier otra excusa. Su vida doméstica, social y afectiva puede llegar a deteriorarse mucho.
A nivel emocional se cambia la forma de entender la vida, la siente poco placentera y le resulta un clima de pareja, de familia o de vida poco eficaz, en el que no se ha sabido encontrar la tranquilidad o el entendimiento con el otro.
Cuando la pareja presenta las alteraciones emocionales propias de la menopausia simultáneamente con el varón, el fracaso en la relación es la regla.
La detección del problema es complicada y menos del 20% de los varones adultos perciben el climaterio como algo real (el resto se complacen en excusas y son capaces de justificar todo lo que les ocurre redirigiendo la culpa hacia otras causas o personas…). Para aquellos que reconocen que “algo está cambiando” deben entender que el climaterio masculino es un proceso natural e irreversible, no sujeto de prevención o cura, pues no es ni enfermedad ni defecto, simplemente es una etapa en el transcurso de la vida del hombre.
Sin embargo, se pueden evitar los factores que aceleran su aparición (cardiopatías, diabetes, reumatismo, tabaco, alcohol…).
Los hombres a quienes los síntomas del climaterio masculino amenazan con afectar su vida cotidiana podrán buscar apoyo profesional multidisciplinario, que incluya apoyo psicológico para facilitar el desarrollo de aquellas áreas de su personalidad que pudiesen estar incidiendo en sus dificultades para enfrentar los retos característicos de esta etapa.
Cada hombre es diferente, por tal motivo cada caso debe tratarse de forma individual con el propósito de lograr una mejor calidad de vida.
Usualmente antes de proceder a la aplicación de algún tratamiento se cree necesario descartar patología orgánica, entre las que se suelen evaluar lo urológico que puede condicionar una disminución brusca y prematura de los andrógenos, así como también descartar la presencia de alguna contraindicación para recibir suplementos hormonales (especialmente cáncer de próstata).
Los objetivos del tratamiento deberán ser fundamentalmente la recuperación del funcionamiento sexual, la libido y la sensación de bienestar; así como la prevención de la pérdida mineral ósea y restauración de la fuerza muscular.
Se suele indicar ante una deficiencia de andrógenos la administración de testosterona o derivados, los cuales pueden administrarse con inyecciones semanales o incluso de forma más sencilla con fármacos por vía oral.
Una vez comenzado el tratamiento se recomienda revisiones médicas cada 3 meses durante el primer año y luego cada 6 meses.
Los tratamientos suelen revertir la mayor parte de los síntomas, pero requiere una adecuada orientación por parte del médico para evitar posibles recaídas. Es importante señalar que en este caso los medicamentos son paliativos (atienden al síntoma) y no curativos (el cumplir años no tiene cura…).
Y para finalizar y con ánimos de aportar positividad a la dura realidad que supone el inexorable paso del tiempo, decir que este ecuador de la vida es el momento en que hemos ajustado nuestras expectativas respecto a lo que la vida nos puede ofrecer cuando sabemos lo que podemos alcanzar y lo que no, y por lo tanto, las grandes frustraciones desaparecen y valoramos más lo que hemos conseguido que lo que nunca podremos conseguir.
Durante la madurez ya nos hemos adaptado al mundo que nos rodea y ajustado nuestras expectativas, tanto en relación a lo que hicimos, como a lo que no podemos disfrutar de lo ya vivido, y echar la vista atrás para darnos cuenta de las cosas que merecieron la pena.
ARTÍCULO 2
Burlar las primeras señales del envejecimiento con la ayuda de botox, plasma o láser son algunas reacciones frecuentes cuando la crisis de los 40 llama a la puerta. Otros buscan en el affair recuperar emociones propias de los 20. Incluso el subidón de adrenalina que implican actividades de riesgo se plantea como bálsamo a lo inevitable.
“A muchas personas esto les pilla un poco de sopetón. En nuestra sociedad la juventud se extiende a veces hasta lo imposible y, de repente, aparecen las realidades: quieres tener un hijo pero ya eres mayor, no te gusta tu carrera profesional pero sientes que a estas alturas es imposible reconducirla, quieres retomar hábitos, lugares o actividades de tu primera juventud pero ni te reconoces en ellos ni esos espacios te reconocen a ti, …”, indica Rafael San Román, psicólogo. La juventud se acaba y con ella mueren sueños, objetivos y lo que se pensaba de una vida apasionante se dibuja en una realidad en escala de grises.
La curva de la felicidad
Los niveles de felicidad caen con la mayoría de edad y alcanzan su punto más bajo en torno a los 47 años.
Jung se refería a esta etapa como el atardecer de la vida y lo consideraba un periodo distinto de los albores de la edad adulta y estadios más tardíos. La mediana edad es una fase de cambio, transición y conflicto. En torno a los 40 estalla una crisis que algunos estudios científicos asocian con una de las etapas más infelices de la vida. Esto se reproduce en un modelo que otorga a la felicidad a lo largo de la vida una forma de U.
Según la investigación realizada por el profesor David Blanchflower de la Universidad de Darmouth, los niveles de felicidad comenzarían a caer con la mayoría de edad, para alcanzar su punto más bajo a los 47.2 en países desarrollados y los 48.2 en los que están en vías de desarrollo. “Como toda crisis, la de los 40 implica una toma de conciencia y posición ante una determinada realidad: ‘ya no soy un niñato pero tampoco soy un señor mayor, ¿dónde estoy?’. Es un análisis que lleva a la persona a poner en tela de juicio lo que experimenta, para sacar nuevas conclusiones y salir adelante”, explica San Román.
Cuando llegamos a los 40 constatamos que para muchas cosas ya ha pasado la última oportunidad y para muchas otras ya no hay excusas
En la práctica, la crisis de los 40 puede sentirse como una bofetada de realidad ante la toma de conciencia de las limitaciones y la propia muerte. “Los 40 tienen un punto de constatación del momento vital muy claro en cuanto a diferentes facetas de la vida que no tienen edades anteriores. En ellos se empieza a vislumbrar con una rotundidad nueva que, para muchas cosas, ya ha pasado la última oportunidad y para muchas cosas ya no hay excusas”, añade el psicólogo.
En algunos casos puede ser un suceso importante lo que desencadene la crisis, como un divorcio, la pérdida de un ser querido, un cambio de trabajo o de localización. Aunque estos son hechos que pueden leerse también en sentido contrario, ya que pueden estar motivados por la denominada crisis.
“Estás haciendo un balance y te das cuenta de que la juventud ha acabado. Empieza otra etapa distinta y hay que asumirlo, junto a los retos que eso supone”, indica Eva Solera, psicóloga. Todas estas circunstancias pueden mermar la autoestima.
“A nivel emocional pueden aparecer emociones como la ansiedad, la depresión y otras manifestaciones en relación a la autoestima. Aparecen reflexiones como ¿Estoy contento con lo que tengo? ¿Cómo lo manifiesto? Por ello, en este periodo hay muchas rupturas de pareja por ese balance, ¿cumple mi pareja mis expectativas? A nivel laboral ¿he conseguido mis metas? ”, continúa Solera.
Uno de los problemas que aparecen con esta crisis es pensar en absoluto ante ciertas conclusiones. “Esto se aprecia mucho, por ejemplo, en el ámbito profesional: como ya tengo esta edad es absurdo que me plantee cambiar de trabajo, reciclarme en profundidad, pelearme con los más jóvenes por el puesto que deseo, cambiar de profesión, iniciar un proyecto diferente…”, comenta San Román.
Este psicólogo invita a mirar los 20 o 30 años de actividad que aún quedan por delante de los 40. “No hay nada de malo en revisar nuestra vida y admitir los errores, las malas decisiones, los proyectos a los que ya llegamos tarde o un poco justos. También en nuestra carrera profesional, por mucha rabia que nos dé. Es muy útil, pero tiene que convertirse en algo productivo”, añade.
Transformar la crisis en oportunidad
Hacer balance del momento presente puede leerse también como la ocasión para transformar aquello no que funciona. “Debemos considerarla como una oportunidad para mirarnos a nosotros mismos. No con un egocentrismo vacío o inmaduro, sino atento: es una manera de prestarnos atención y tomar conciencia del punto de nuestra vida en el que estamos”, aconseja San Román.
Desde esta mirada reflexiva se pueden tomar algunas decisiones, siempre de forma meditada y calmada. Es importante centrarse en el presente, vivirlo y pensar: “a partir de ahora ¿qué quiero hacer?” Si algo me molesta o supone una situación tan problemática es el momento de cambiarla, pero reflexionando.
Idealizar edades pasadas, sentirse abrumado por esta edad o dejarse influir por vivencias ajenas solo pueden empeorar las circunstancias personales. Tener una crisis de los 40 significa que estamos vivos y que nos podemos plantear este tipo de cosas. Eso es lo importante.
ARTÍCULO 3
Puede que tengas temor de hacerte mayor o de dejar de ser joven, o ambas al mismo tiempo. Lo cierto es que la crisis de los 40 la sufren la gran mayoría de las mujeres y también muchos hombres. En el caso femenino, se suma el hecho de empezar la menopausia y los síntomas que conlleva, tanto físicos como psicológicos.
Esta crisis no aparece justo el día en que la persona sopla las 40 velas. Puede desarrollarse un poco antes o después. Cuando aparece, es tiempo de analizar qué es lo que se ha hecho hasta ahora y los asuntos pendientes que quedan por resolver.
En este artículo, aprenderemos, entre otras cosas, cómo se manifiesta, cómo superarla y si de verdad es una crisis respaldada por la investigación.
Qué es la crisis de la mediana edad
Es un acontecimiento psicológico que le suele pasar a algunos adultos de edades entre los 40 y los 60 años. Su principal característica es la reflexión sobre la existencia y la reevaluación de los logros y las metas. Impulsado por la conciencia de su finitud y el deseo de vivir una existencia plena, la persona se siente presionada a modificar sus planes para conseguir sus objetivos.
En este momento de crisis, quien la padece empieza a dudar del rumbo que le ha dado a su vida y de los propósitos que se ha fijado. Este cuestionamiento produce ansiedad y genera cambios drásticos en el estilo de vida. Aunque es un proceso desorientador, repleto de emociones encontradas por las expectativas no cumplidas, ofrece una oportunidad de crecimiento inigualable.
Señales de la crisis de los 40.
La forma en la que se manifiesta la crisis de la mediana edad puede variar de una persona a otra. Como tal no existe un conjunto de «síntomas» avalados por la ciencia o por las instituciones oficiales de salud mental. No obstante, algunos signos que se pueden notar son los siguientes:
ansiedad
nostalgia
irritabilidad
impulsividad
aburrimiento
insatisfacción
sensación de vacío
falta de motivación
tristeza (depresión)
conductas indulgentes
fatiga ante la rutina de siempre
ensoñaciones sobre otro estilo de vida
pensamientos recurrentes sobre el pasado
cambios drásticos en la apariencia, las relaciones, el estilo de vida o la conducta
pensamientos tipo «y si hubiera (elegido otra carrera, tenido hijos, tomado otra decisión)…»
Sin duda, una de las señales más importantes de la crisis de los 40 es esa necesidad de volver a ser «jóvenes», es decir, de tener otra vez 20 años. Esto lleva a la búsqueda de nuevas experiencias, de hacer cosas que antes no se habían podido hacer por diversas razones, vestirse como un adolescente, frecuentar bares o discotecas, etc.
Esta nueva actitud ante la vida puede convertirse en un nuevo despertar maravilloso, en una motivación que nos saque de nuestra rutina y enriquezca nuestras vidas. Pero, también puede provocar una gran nostalgia paralizante, la cual provoca que empecemos a pensar demasiado sobre aquello que fue, olvidándonos de que tenemos todavía un montón de cosas por hacer.
«Etapas» de la crisis de la mediana edad
Vale la pena aclarar que las siguientes «fases» que expondremos no están reconocidas por la comunidad científica. El uso que les damos no es oficial y no pretendemos que sean representativas de todos los casos. Su empleo es netamente pedagógico, de modo que podamos tener una idea general de la evolución esperable de este fenómeno.
Detonante: al igual que toda crisis, inicia con un evento desencadenante, aunque en ocasiones este no es muy evidente. Algunos disparadores son el divorcio, la muerte de un ser amado, el desempleo, una enfermedad mortal, la insatisfacción, la falta de propósito.
Reflexión: la persona comienza a pensar y evaluar su vida. Revisa sus objetivos, recuerda sus fracasos y las metas que nunca alcanzó. En esta «fase» surge un profundo cuestionamiento sobre las decisiones, las relaciones, la profesión, el sentido de la vida y cualquier otro aspecto vinculado al desencadenante.
Crisis: es la etapa del conflicto y la tensión interna. Aquí es donde brotan las emociones como la tristeza, el arrepentimiento, la ira, la ansiedad, el miedo a lo desconocido, la incertidumbre, etc.
Exploración: impulsado por sus reflexiones y conflictos, el sujeto empieza a buscar nuevas formas de vivir y de cambiar esa dimensión de su vida en la que se siente insatisfecho. Por ejemplo, puede participar en nuevas actividades, dejar relaciones, empezar nuevos vínculos, descubrir otras pasiones, etc.
Reconstrucción: luego de acercarse a nuevas metas, cambiar estilos de vidas y encontrar lo que buscada, la persona reconstruye su existencia, toma decisiones alineadas a sus nuevos objetivos o valores y se adapta a ellos.
Este proceso no ocurre de modo lineal como parece. Por lo general, estas «etapas» están superpuestas y conectadas. El adulto puede ir y venir de una instancia a otra y experimentar diversas emociones, reflexiones y cambios durante el proceso.
Los motivos de esta crisis son diversos, pero los más frecuentes son inseguridad, responsabilidad excesiva o rutina. También lo son tener parejas conflictivas, darse cuenta de los errores cometidos, aburrimiento o falta de objetivos claros. Veamos otras causas.
La mortalidad y el envejecimiento suelen ser uno de los principales desencadenantes. A medida que el sujeto se acerca a su mediana edad, toma más consciencia de su proceso de envejecimiento y de que se le «acaba el tiempo». En consecuencia, empieza a revisar su vida y a cuestionar lo que ha logrado hasta el momento.
Cambios en las responsabilidades
Al llegar a la edad media, tanto hombres como mujeres, pueden enfrentarse al desafío de tener que adaptarse a nuevos roles que no estaban en sus planes. Por ejemplo, cuidar a los padres enfermos, habituarse al hogar sin los hijos (síndrome del nido vacío) y a las nuevas dinámicas familiares, etc. Estos cambios pueden generar insatisfacción y dudas sobre el propósito de la vida.
Llegar a los 40 o los 50 sin haber cumplido aún los sueños que se tenían de joven, puede ser muy decepcionante para muchos. Las metas no cumplidas y las expectativas no realizadas son fuertes detonantes de esta crisis, la cual los lleva a repensar lo que están haciendo y la vida que están viviendo.
La socialización del género y la crisis de los 40
La socialización a partir del género va a tener un rol clave en la crisis, dependiendo del contexto, del machismo y del patriarcado de una sociedad. De manera que las expectativas que se depositan sobre hombres y mujeres influyen sobre el modo en que estos interpretan y sienten su vida.
Por tradición, y sobre todo en las culturas más patriarcales, los hombres han sido socializados en la fortaleza, el éxito, la autonomía y la autosuficiencia. En la adultez media, la presión por demostrar el éxito en sus carreras y en el ámbito financiero (símbolo de poder) puede detonar una crisis, si han fracaso en ese intento.
Por su parte, las mujeres criadas en sociedades y familias muy patriarcales, son educadas con un enfoque hacia el cuidado, la maternidad, el servicio y la abnegación. En este contexto, una mujer que introyecta este modelo puede experimentar dicha crisis, si llega a los 40 sin una familia.
No obstante, gracias a la lucha por la igualdad de género, estas diferencias han evolucionado. Por ende, es normal que las mujeres también tengan sus crisis por no estar triunfando en sus carreras profesionales, por no ser autosuficientes o independientes, etc. En la actualidad, la socialización de género no explica de manera completa la crisis como lo hacía antes.
Ahora los ciudadanos tienen un margen más amplio para personalizar sus vidas, lo cual hace que rastrear una causa común para la crisis sea más complicado. Cada quien la experimenta debido a sus propias razones y experiencias de vida, ya que cada uno es el autor de su propia existencia y de sus propios malestares.
No tiene una duración estándar, sino que varía de un caso a otro. Así pues, puede durar desde unos pocos meses o semanas hasta algunos años. Todo depende de la persona y de la forma como lidie con ella.
Hay quienes pasan por la crisis con mucha rapidez; son capaces de resolver el conflicto que les genera y de crear nuevos sentidos, propósitos y rumbos con relativa sencillez. Mientras, para otros, el proceso es más lento y prolongado, además, la evitan y les cuesta enfrentar el desafío que la crisis les propone.
La superación también depende de variables contextuales. Por ejemplo, si la persona recibe apoyo de su familia y sus amigos, o si tiene una buena salud mental y física, es posible que se recupere más rápido. De igual modo, la estabilidad económica y la disponibilidad de recursos tienen un rol importante a la hora de gestionar la crisis.
¿Qué puedes hacer frente a esta crisis?
Es fundamental mantener una actitud positiva. No importa que te hagan notar que ya estás más «grandecito», es bueno saber que la edad trae experiencia, anécdotas y conocimientos. Aún tienes muchos años por delante, no vale la pena que los pases sufriendo.
No te olvides de disfrutar. La experiencia de haber crecido y pasado por muchos problemas te hace aún más interesante y preparado para lo que continúa. Tendrás un mayor autocontrol y conocerás las consecuencias de tus actos. Recuerda que el mejor momento es el aquí y el ahora.
A continuación, te dejamos otras sugerencias.
Como ya sabes, esta crisis puede ser consecuencia del incumplimiento de las metas. Es necesario, entonces, que te tomes unos momentos para evaluar tus objetivos y valores. Haz una lista de tus metas y valores actuales, y compáralos con los que tenías antes. Ahora, pregúntate si los que tienes en la actualidad en realidad reflejan lo que deseas y lo que te importa. Si no es así, es momento de redefinirlos.
El nivel de estrés, ansiedad, preocupación o tristeza que puedes experimentar en este periodo afectan tu salud. Por eso, te sugerimos que cambies tus hábitos y que realices actividades que mejoren tu salud mental y física. Haz ejercicio, medita, duerme lo suficiente, expresa tus emociones, pasa tiempo con tus amigos y familiares, asiste a terapia, etc.
Saca tiempo para que realices aquellos hobbies que has olvidado. Conecta con lo que todavía te gusta. Si te han dejado de gustar actividades que antes disfrutabas, entonces, es hora de explorar otras. Prueba con un nuevo pasatiempo, como salir a caminar, bailar, hacer teatro o deporte, realizar actividades artísticas…
4. Cuida y nutre tus relaciones
Las relaciones significativas con amigos y familiares son una fuente de apoyo invaluable para atravesar esta crisis. Busca refugio en ellos y pasa tiempo de calidad a su lado para fortalecer el vínculo. Organiza encuentros para conversar, desahogarte y pedirles consejos. Déjate ayudar y cuidar por ellos también.
Acoge el presente y los cambios que te está trayendo. Acepta lo que sucede, pero no te resignes ante ello, al contrario, busca la forma de mejorar. Practica la gratitud para que no te enfoques tanto en lo que te falta. Escribe sobre lo que estás viviendo y sobre cómo esto puede ayudarte a crecer como persona.
¿Realmente existe una crisis de la mediana edad?
Hasta aquí, hemos conceptualizado el término «crisis de los 40» a partir del conocimiento popular que se ha difundido por medios de comunicación, series y películas. Pero ¿qué dice la ciencia y la investigación al respecto?, ¿de verdad las personas tienen una crisis cuando llegan a la edad media?
Lo cierto es que las investigaciones no avalan esta crisis ni la reconocen como un fenómeno universal. Un estudio publicado en Motivation and Emotion señala que apenas un 26 % de las personas mayores de 40 años tiene esta crisis. Además, no aparece como consecuencia de la edad, sino de eventos significativos.
Expertos en el desarrollo de la edad media reafirman que la «crisis de la mediana edad» puede suceder en cualquier instante de la adultez, ya que su detonante no es la edad, sino eventos independientes a ella como la perdida de un empleo, la enfermedad, dificultades económicas, entre otros.
Esta famosa crisis es más una construcción social, alimentada por la industria del entretenimiento, que una experiencia normativa. Es importante tener esto en cuenta, pues, como señaló Margie Lachman en el 2015, promoverla puede llevar a una profecía autocumplida. Además ―dice la investigadora― puede usarse como excusa para el mal comportamiento y generar diagnósticos erróneos.
La crisis: un periodo de reflexión
En este artículo, hemos aprendido que, a pesar de la falta de respaldo empírico, la «crisis de los 40» es un término usado para hablar de un periodo de profundo introspección y reflexión, donde la persona se cuestiona diferentes aspectos de su vida. No posee una duración fija ni unas causas universales.
Es necesario asumirla como una oportunidad para crecer y redescubrir lo que de verdad importa. Gracias a ella, algunas personas tienen la posibilidad de enriquecer sus vidas y vivir con mayor sabiduría. Toda crisis marca un antes y un después que hace más plena nuestra existencia. Solo hay que saberlas aprovechar.
ARTÍCULO 4
¿De qué hablamos cuando hablamos de la crisis de los 40? Hace unos días, el actor Macaulay Culkin, recordadísimo por Solo en casa, llegó a esta cifra temida por muchos, cifra a la que además se acerca toda esa generación de millennials (también actores como Chris Evans o Ryan Gosling) que vieron cómo Kevin despachaba a los ladrones que lo amenazaban. Pero, ¿existe realmente esa crisis de la que sabemos sobre todo por las películas, gracias a la creencia popular
Si es así, ¿en qué consiste? ¿Qué vamos a sentir? ¿Vamos a sufrirla además todos aquellos que, cuando lleguemos a la cuarentena, no habremos cumplido ni la mitad de los objetivos que preocupaban a nuestros padres o hermanos mayores?
Hay crisis existenciales en diferentes etapas de la vida, y aunque es verdad que no todo el mundo las atraviesa, hay personas que, a los 40 aproximadamente, se empiezan a plantear lo que han hecho hasta ahora, en la mitad de su vida. Si esa valoración no es positiva, o no cumple las expectativas formadas, llega esta crisis. Genera inseguridades, miedo y sensación de haber pedido el tiempo, ansiedad y desasosiego, que a veces lleva a tener conductas y decisiones extremistas, o a realizar actividades impulsivas que antes no habían vivido.
Qué es exactamente la crisis de los 40
La crisis de los 40 hace alusión a un período de reflexión que vive mucha gente, a veces un poco antes y a veces un poco después. Es un buen momento para hacer balance de lo que hemos hecho hasta ahora, porque los 40 son el meridiano del groso de nuestra vida, y para mirar hacia el futuro. En ocasiones viene propiciada por el miedo a dejar de ser joven y ser mayor. No todo el mundo sufre esta crisis, ni la valoración es siempre negativa. Hay quien reflexiona sobre ello y toma decisiones, pero no tiene por qué ser de manera negativa.
No obstante, hay quien sí atraviesa esta etapa con mucho malestar, vinculado a la ansiedad, a la apatía, incluso a la depresión. Puede ser miedo, incertidumbre, frustración, pena, rabia, en función de los aspectos en los que esa persona se esté fijando. Alguien que mirando al pasado crea que lo que ha hecho con su vida no ha servido de nada, que no ha logrado lo que quería, sufrirá emociones severas. También quien piense en el futuro y considere que ya no a a poder hacer las cosas que deseaba. Se sentirá desolado, perdido y disconforme.
Mitos asociados a este momento vital
Las imágenes que la sociedad y la cultura popular han legado sobre la crisis de los 40 son claras. Parece que solo le sucede a los hombres. ¿Es así? A muchas mujeres les pasa, pero es cierto que hay una penetración mayor en los hombres. Suele producirse, según dicen quienes la sufren, por un miedo a no gustar, a no sentirse queridos, a no atraer a los demás. Perciben como ese pico en su vida conformista, con la creencia de que van en decadencia, y eso les lleva a incurrir en esta crisis y a tomar ciertas decisiones.
La pueden sufrir tanto hombres como mujeres, y vemos que pueden tener matices distintos. En la mujer se observa preocupación con el tema de la maternidad, si para esa persona es importante, y también afecta la imagen y la estética. Olvidamos que la belleza tiene infinitas formas.
En los hombres hay un matiz más enfocado al tema laboral, a la carrera, a un buen puesto, a un buen sueldo. Pero esto no significa que no pueda suceder al revés, que a ellos les preocupe la paternidad o su atractivo y a ellas el estatus y el triunfo profesional.
Otra cosa que nos enseñan en las películas: la crisis de los 40 y las rupturas y divorcios. ¿Cómo influye tener pareja en ese momento vital? No tiene por qué estar asociada a la pareja, sino a una edad en la vida en la que reflexionas y haces balance. Esto no quiero decir que una persona, llegada a los 40 y sin una estabilidad con su pareja o su familia, no vaya a sentir malestar emocional ni a plantearse cosas. La base del malestar será lo que cada uno considere que no ha logrado, que no está bien en su vida o que ya no va a poder mejorar.
Consejos para evitarla y para tratarla
Una pregunta que nos parece muy oportuna. ¿La crisis de los 40 será para los millennials como la que han vivido las generaciones anteriores? Recordemos que la precariedad económica y laboral nos ha llevado a demorar muchos ritos de paso. Va a haber de todo. Esta crisis está asociada a hitos que a nivel social se supone que debemos cumplir, como tener un trabajo estable, pareja, una casa… Ese puzzle de hitos a cumplir se ha movido y no le vale a todo el mundo. Quizá mucha gente llegue a los 40 y no sienta esta crisis porque considere que la estabilidad ahora viene más tarde, por lo que tal vez no suceda a esa edad pero sí después”
Por último, ¿qué podemos hacer para evitar la crisis de los 40, y para tratarla si llegamos a ella?
Intentar vivir una vida más plena, con más control de lo que queremos conseguir, siendo más conscientes de nuestros objetivos. En algunos casos es útil la ayuda profesional. Los psicólogos no estamos solo para casos graves, sino para la toma de decisiones consensuadas valorándolo todo, no solo la parte impulsiva.
Tener una vida social plena, rica, diversa y satisfactoria, y las actividades agradables, que nos generen bienestar y nos apasionen, y si aúna esa parte social, mucho mejor.
Debemos plantearnos qué podemos cambiar de todo lo que no nos gusta, qué está en nuestra mano. Veremos que hay mucho, desde la imagen a temas laborales y de formación pasando por lo emocional y lo personal. Podemos aprovechar para repartir el porcentaje de nuestras prioridades. Si hasta ahora ha sido trabajar, a lo mejor queremos dedicarlo en el futuro a otras cuestiones”.
Y en ese balance, centrémonos además en lo bueno. Es imposible que en 40 años todas las decisiones hayan sido equivocadas. ¿Qué nos llevamos?.
ARTÍCULO 5
El tiempo pasa. Pasa para todos y cada uno de nosotros, independientemente de lo que opinemos al respecto. Para los niños, adolescentes y jóvenes cumplir años es algo ilusionante, un paso más para hacerse un hombre o mujer adultos independientes y capaces de hacer su vida tal y como ellos quieran.
Sin embargo, a medida que vamos cumpliendo más y más años y a menudo a partir de los treinta y tantos, muchas personas pasan de sentir esta ilusión a empezar a preocuparse por el gran número de velas a soplar en la tarta: hemos dejado de ser jóvenes. De hecho, esta preocupación puede llegar a tal extremo que puede generar una pequeña crisis a nivel psicosocial, algo especialmente habitual en la década de los cuarenta.
Y aunque desde siempre ha ocurrido también en mujeres, tradicionalmente se ha identificado un momento de crisis con repercusiones conductuales súbitas en el varón. En efecto, estamos hablando de la archiconocida crisis de la cuarenta, en este caso en los hombres. Es sobre este proceso vital sobre el que vamos a hablar a lo largo de este artículo.
Crisis de los cuarenta: ¿qué es?
Recibe el nombre de crisis de los cuarenta un período o proceso de crisis a nivel psicológico y emocional que se da en aquellas personas que alcanzan los cuarenta años ante la percepción y la conciencia de que los años van pasando, en un momento en que el sujeto llega a la conclusión de que ha dejado de ser joven y que se encuentra aproximadamente en el punto medio de su esperanza de vida. De hecho, en realidad la edad concreta no es relevante en sí, con lo que resulta más adecuado denominarla como crisis de la mediana edad.
Estos pensamientos pueden llevar a hacer un balance vital, en el que se valora el tipo de vida que la persona lleva en la actualidad y lo contrasta con sus expectativas de juventud. Asimismo suele entrar en juego una valoración de los sueños y proyectos que se han cumplido y los que no. Es también habitual que exista la idea de que lo que no han cumplido ya resulta poco viable de hacer en el futuro, lo que genera un gran dolor, desengaño y frustración.
Otro aspecto sobre el que suele reflexionar es sobre la vida y la rutina que se sigue, que puede terminar por resultar insatisfactoria o bien en la que puede faltar algún tipo de estímulo. También puede existir la idea de que en adelante van a entrar en declive, además de la percepción de estar perdiendo vigor, potencia física y atractivo sexual.
Estas sensaciones pueden generar un gran estrés en quien lo padece, algo que puede desencadenar una serie de manifestaciones conductuales y emocionales caracterizadas por la impulsividad y la necesidad de introducir cambios. Podríamos considerar a la crisis de los 40 como una fase de duelo ante la percepción de una pérdida progresiva de la juventud: aparecen negación, ira, depresión, negociación… y con el tiempo también aceptación. Y es que afortunadamente, esta etapa de crisis tiende a resolverse con el paso del tiempo según se va aceptando que el tiempo pasa y que ello no implica que nuestra vida haya acabado.
Es importante remarcar sin embargo que aunque es algo relativamente frecuente no todas las personas van a sufrir la crisis de los cuarenta: depende entre otros muchos factores de la importancia que le demos al paso de los años, el balance vital que hagamos, si estamos satisfechos con nuestra forma de vida actual o si hemos cumplido o vemos realizables o no nuestros objetivos vitales.
Posibles problemas derivados de esta crisis
A nivel cognitivo el sujeto puede formarse una imagen negativa de su situación actual en comparación con las expectativas mantenidas en la juventud. Es posible que aparezcan miedos al paso del tiempo, que pueden incluir negación de la propia edad o de posibles achaques. También puede aparecer una ligera hipocondría.
Resulta mucho más habitual la existencia de ansiedad, una profunda angustia e incluso sintomatología depresiva: estado de ánimo triste, enlentecimiento, rumiaciones, apatía, falta de percepción de placer en las cosas que antes le gustaban, problemas de sueño y apetito.
Es frecuente que se presente una fase de rebeldía contra lo establecido y la rutina, en ocasiones con conductas poco razonadas y altamente impulsivas. También es habitual que haya remordimientos por los sueños no cumplidos, que se perciba el día a día como una carga aburrida, vacía y llena de sufrimiento y que aparezca la idea de que nuestros sueños nunca van a cumplirse. En ocasiones estos intenten sublimarse con acciones arriesgadas o con la búsqueda de adrenalina. Lo que se busca es recuperar la sensación de sentirse joven y vital, lleno de esperanzas y sueños.
Sus principales manifestaciones en el hombre
En el varón, la crisis los cuarenta suele presentarse como una imperiosa necesidad de introducir cambios en una vida que pueden considerar falta de emoción. Cambios que pueden tratar de introducir de manera súbita e incluso desesperada ante la angustia generada por la percepción de empezar a considerar que se encuentran en una adultez media a partir de la cual se van a hacer mayores.
A nivel relacional, a medida que aumenta el nivel de exigencia y responsabilidad para con pareja e hijos es posible que el sujeto note una elevada presión y viva sus esfuerzos como un sacrificio. Es posible que entren en juego disputas, conflictos e intentos de cambiar rutinas establecidas. Asimismo es posible que la persona en crisis quiera pasar tiempo solo o cambiar su entorno, y que se muestre huraño o distante con el que le era habitual. Algunos hombres buscan aventuras y cometen infidelidades en esta fase, e incluso en casos extremos pueden llegar a querer romper con todo y abandonar el núcleo familiar.
Laboralmente pueden aparecer comportamientos poco responsables, riñas, abandono o intentos de cambiar de puesto de empleo. Es posible también que se recurra al alcohol o al consumo de drogas con el fin de intentar evadirse del día a día.
Otro tipo de conductas son las que buscan rememorar el pasado, de tal manera que la persona puede intentar volver a lugares y situaciones que le recuerden a su juventud y que considere más sencillas que su situación actual. En lo que respecta al físico, es habitual que el sujeto se empiece a preocupar por su imagen aún si antes no lo hacía, y que pasen a ocuparse activamente de mejorarla: práctica de deporte en personas anteriormente sedentarias, uso de cremas y productos cosméticos o cambios de vestuario hacia tendencias más juveniles.
Cómo reducir su efecto
La crisis de los cuarenta o crisis de la mediana edad es una etapa de gran estrés y angustia para quien la sufre, pero es posible tener en cuenta una serie de consejos y estrategias que pueden ser útiles para sobrellevarla.
En primer lugar es necesario tener en cuenta que el hecho de haber llegado a una edad concreta no implica el final de la vida: aún tenemos por delante un largo camino por recorrer. Asimismo que algunos sueños no se hayan cumplido aún no implica que sean imposibles. Y aún si alguno no resulta ya viable, es posible que el hecho de no cumplirlo haya dado pie a diferentes circunstancias vitales que pueden haber sido altamente satisfactorias para nosotros.
Otro punto muy importante a tener en cuenta es que debemos reforzar y apreciar las metas que sí hemos alcanzado, así como reconocer los propios méritos. Y es que es habitual que la rutina y el día a día hagan que no valoremos lo que tenemos, al estar acostumbrados a contar con ello: familia, amigos, trabajo y aficiones son claros ejemplos.
También resulta recomendable centrarse en una meta o proyecto ilusionante, algo que nos haga vibrar y facilite el proyectarse de manera positiva hacia el futuro y no hacia el pasado.
Otra posible vía de actuación pasaría por hablar con personas que estén en la misma situación: hombres también en la cuarentena o cincuentena que estén pasando o que ya hayan pasado por este proceso vital: se trata de que pueda expresar sus dudas y emociones con otras personas en una situación semejante.
El apoyo familiar es también relevante, especialmente en lo que respecta a la pareja. Es recomendable tener una aproximación positiva y empática, intentando ponerse en su piel y comprender su posible sufrimiento. Ahora bien, también hay que tener en cuenta que ello no implica carta blanca para el sujeto en crisis.
En en caso de que estén con vida es posible también apoyarse en los padres, dado que la figura paterna puede ser un ejemplo para sobrellevar el paso del tiempo tanto si ha padecido este tipo de crisis como si no. Por último, en caso de necesidad puede recurrirse a ayuda profesional con el fin de facilitar el paso por esta crisis.
Sobre mí
Psicólogo en Valencia | Julio García
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